Así negocia Puigdemont: duro pero no inflexible

Carles Puigdemont es independentista desde que era adolescente. Y pese a que procede de Convergència, y de Convergència i Unió, nunca ha dejado de defender su apuesta por la ruptura con España. Ahora bien, ¿cómo es Puigdemont a la hora de negociar en defensa del independentismo? Estas son las claves para entender cómo actua ante dilemas y diálogos complejos.

Firmeza no inflexible

El momento más decisivo de la carrera política de Puigdemont y del independentismo reciente fueron los 27 días posteriores al 1 de octubre de 2017. Con el referéndum celebrado y con la ley «de desconexión» aprobada por la mayoría independentista del Parlament en la mano, tocaba proclamar la independencia. Puigdemont quiso negociar. Incluso llegó a extremos que algunos independentistas consideraron cándidos, como cuando creyó disponer de mediación europea. Pero hasta el último momento trató de establecer un diálogo con el Gobierno del PP. Escuchó decenas de opciones de mediación, atendió a los suyos y a ERC -que presionó para proclamar la independencia- y mantuvo la opción de la independencia… Pero estuvo a punto de convocar elecciones. Es decir, estuvo a punto de ceder, para evitar males mayores en la convivencia o incluso en la integridad física de los ciudadanos.

Sin embargo, existe un elemento político y personal parecido al que le sucede al protagonista de ‘Regreso al Futuro’ cuando le llaman «gallina»: Puigdemont no tolera que duden de que su independentismo no es convergente sino que llega hasta las últimas consecuencias. Y cuando vio manifestaciones llamándole traidor y tuits cuestionando su firmeza soberanista, decidió anular el plan de convocar elecciones -al ver que el PP tampoco le garantizaba retirar la suspensión de la autonomía catalana- y permitió que el Parlament proclamara una independencia sin contenido al día siguiente. Es decir, Puigdemont no es insensible a su entorno. «No estamos en una posición de bloqueo, estamos ante una oportunidad, queremos hacerla jugar, pero controlando los tempos y los términos, pero sin miedo respecto a la repetición electoral», resume un cargo de Junts, incidiendo bastante en la actitud de Puigdemont.

El entorno influye poco, pero influye

Puigdemont será, sin duda y sin matices el jefe de la negociación, pero llevará a gente de su absoluta confianza a las conversaciones. Por tanto, mandará él. Con todo, no siempre su criterio se ha impuesto. Se opuso a apoyar la moción de censura contra Mariano Rajoy, pero su partido, entonces el PDECat, acabó apoyándola. Y trató de tumbar el pacto con el PSC en la Diputación de Barcelona, pero el entonces dirigente David Bonvehí se negó a dar marcha atrás a un acuerdo que inicialmente avaló el ‘expresident’ por escrito. Es decir, que Puigdemont no siempre gana las partidas. Sucede que esta vez la partida es trascendente y le puede afectar o beneficiar personalmente, aunque él subraye una y otra vez que no le importa su causa personal.

Ganar la partida a ERC

En toda negociación o decisión que toma Puigdemont está presente la competición con Esquerra Republicana y con su líder, Oriol Junqueras, por llevar la delantera en el independentismo. Tras el referéndum, una de las razones por las que no convocó elecciones fue que esa cita con las urnas podría haber beneficiado a ERC. Ahora, negociará de forma muy contundente y solo sellará un pacto que sea claramente más beneficioso para el independentismo que lo que han logrado los republicanos estos últimos años. Es decir, tiene que haber amnistía -o una fórmula jurídica similar que en la práctica anule las causas contra cententares de independentistas- y autodeterminación -es decir, facilitar un referéndum legal-. Si no hay acuerdo, Puigdemont también lo venderá como una victoria frente a ERC porque afirmará que él no se amilana como los republicanos.

Sin presión

Puigdemont escucha a todo el mundo pero ha demostrado no ceder ante la presión del Estado. No lo hizo cuando convocó el referéndum, o cuando se proclamó la independencia en el Parlament. Ahora tampoco cederá ante la amenaza de una repetición electoral que algunos en Junts creen que incluso no les iría nada mal en las urnas. Además, en el factor humano -que siempre ha de ser tenido en cuenta- Puigdemont ha demostrado en sus textos tras las elecciones que se siente cómodo siendo el centro de atención y ha puesto negro sobre blanco que no se ablandará ante las exigencias.

Noticias relacionadas

Tampoco a nivel interno, porque el sector más pactista y dialogante de Junts quedó tocado tras perder la opción de que Xavier Trias fuera alcalde de Barcelona, y ahora tira la toalla en cuanto a la posibilidad de influir sobre el ‘expresident’, que cuenta con el apoyo total del secretario general y de la presidenta del partido, Jordi Turull y Laura Borràs, respectivamente. Y ni la ejecutiva ni el consejo nacional -máximo órgano entre congresos- van a cuestionar (en público) la posición del líder indiscutible de la formación.

El factor humano

Puigdemont lleva en Waterloo desde octubre del 2017. Su situación personal en Bélgica y el largo periplo de conflictividad con el Tribunal Supremo que intenta extraditarlo influyen en su posición política. Aunque siempre subraye que no trabaja a partir de sentimientos personales, acaba de publicar un tuit describiendo las amenazas que ha recibido, seguimientos y ataques. Y volviendo a su trayectoria política, cuesta imaginar que un independentista ‘de pedra picada’ vaya a ceder cuando cree tener la sartén por el mango y considera que el PSOE ha faltado a su palabra reiteradamente. No quería facilitar la moción de censura a Rajoy porque beneficiaba al PSOE, no quería pactar con los socialistas la Diputación de Barcelona, no quería gobernar con ERC y fue partidario de salir del Govern… y ahora no tendrá problemas a la hora de pulsar el botón de la repetición electoral si no se cumplen sus exigencias o algo muy parecido a ellas.

spot_img

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí