De escapar de un infierno de maltrato, con dos bebés y sin nada que darles, a trabajar en una empresa tecnológica

Esta historia hay que empezarla por el final. Termina demasiado bien para esperar: Marina González trabaja como programadora en una empresa tecnológica con sede en Asturias.

Y esto no tendría nada de especial si no fuera porque, hace algo más de un año, Marina acudió a LA NUEVA ESPAÑA, del grupo Prensa Ibérica, por un problema en su vivienda. Entonces era una víctima de violencia de género que había llegado a El Entrego con sus dos bebés. Se hizo mil kilómetros, con aquellos dos críos casi de manta, para que su pareja no la matara. Entonces le contó a este diario que se agarraría a cada oportunidad como el que se agarra al borde del precipicio. Ella no quería caer. Y lo consiguió: Marina tiene una nueva vida.

La de Marina es una de las 637 familias a las que ha ayudado Cáritas, en el año 2022, a través de los programas de acompañamiento de los arciprestazgos del Caudal y el Nalón. Son un diez por ciento más que antes de la gran crisis económica que siguió a la pandemia (583 hogares en 2020). El incremento, general en toda Asturias, es más acusado en los valles mineros. Las Cuencas, según Cáritas, reciben a familias de otras zonas de la región (y de otras comunidades) por el precio relativamente bajo de la vivienda.

Recuerda Marina González la noche en la que decidió marcharse de casa. «Había esperado por miedo, hasta que me di cuenta de que no puedo dejar que el miedo me paralice. Sentía que nos podía pasar algo a mí o a mis hijos». El mayor tenía dos años, el pequeño aún no había soplado la primera vela. Se metió en internet y empezó a buscar. «En los alrededores todo era carísimo, fui subiendo hacia el norte. Me sorprendí cuando vi los precios en Asturias, eran relativamente baratos», señala. Más aún en las Cuencas: «Me alucinó encontrar un piso por 280 euros, con tres habitaciones. Aunque sin ascensor, tenía en el entorno todo lo que necesitaba para mis niños; guarderías, farmacia, médico». Cerró el portátil, tenía que hacer las maletas.

Lo explica Marina y lo refleja Cáritas en su informe. Según la entidad solidaria, «este incremento se produce en el servicio de acogida arciprestal (de Caudal en mayor medida, y también de Nalón), y una de sus causas procede del desplazamiento de familias de Gijón a Mieres (y Nalón), en búsqueda de alquileres más baratos«. Los técnicos de la zona añaden que estas mudanzas no son solo desde Gijón. También llegan vecinos en dificultades desde Oviedo y Siero y, en los últimos meses, han aumentado los desplazamientos desde otras zonas de España. Los principales destinos son las antiguas barriadas mineras, especialmente en Mieres (Santa Marina y Rioturbio), en San Martín y en Aller.

De vuelta a la historia de Marina, hasta aquella noche en la que decidió marcharse. «Acordé el alquiler de la vivienda por teléfono y me puse a empaquetar todo lo que puede en las maletas. En unos días, ya estaba camino de Asturias con los niños». Y empezó a respirar: «Aquí he sido feliz desde el principio, a pesar de las dificultades. Aquí he sido siempre libre». Cuando le preguntan dónde hacerse las fotos que acompañan a este reportaje, responde sin dudar: «En el parque de El Entrego. Es mi sitio favorito, desde el primer día que llevé a los niños a la guardería». «Me gusta, me siento a salvo. Es mi nueva vida», dice mientras camina bajo el arco vegetal.

Una vida nueva, apunta, que ha logrado con la ayuda de muchos. «Mi principal problema es que no podía acceder a ayudas (oficiales) porque llevaba poco tiempo empadronada», explica. Cáritas le daba comida, ACEL una aportación económica y Cruz Roja le asignó un ATENPRO (servicio de teleasistencia a las mujeres víctimas de violencia de género). Además, está agradecida de los servicios sociales tanto en San Martín como en el Principado de Asturias. «Sé que hay personas que no han tenido la misma experiencia que yo, pero en mi caso solo puedo dar las gracias. Me han ayudado muchísimo. No hubiera podido, mucho menos con dos niños tan pequeños».

Familias monoparentales

Las familias monoparentales suponen el 22 por ciento de los hogares que ayuda Cáritas, un porcentaje menor al de las parejas con niños al cargo (un 25%). La mayoría de las personas que acuden a los arciprestazgos (75%) residen en viviendas individuales, solo un nueve por ciento están en pisos compartidos. Y un setenta por ciento de los destinatarios de ayudas viven en alquiler. Más de la mitad de las familias (57%) no tienen ningún tipo de ingreso.

La falta de ingresos fue el principal problema de Marina durante un tiempo: «Vine sin nada, solo quería salvarme«. Hasta que recibió la llamada de una ONG para ofrecerle un curso en programación. Les respondió tres veces «sí». Y tanto empeño puso, que salió ya con trabajo. Ahora pica código en una empresa tecnológica. «Estoy muy contenta con el trabajo, me permite conciliar porque puedo teletrabajar a menudo».

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Sus planes son seguir formándose, seguir columpiando a sus hijos cuando salen de la guardería. Seguir trabajando, seguir siendo libre. Ser feliz.

Sonríe mucho Marina. Mucho más que la primera vez que quedó con LA NUEVA ESPAÑA. Al final del todo, ya casi cuando se despide, se pone seria. «A todas las que están en peligro, como yo estaba, les pido que se vayan. Que no se queden. Porque estar mal de dinero es jodido, pero es más jodido que te maten».

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