Un lince levanta su cabeza en medio de la dehesa. Sus orejas puntiagudas se pueden identificar entre los arbustos. El animal empieza a avanzar sigilosamente y captura una perdiz. Esta escena, relativamente habitual en ciertos lugares de la Península Ibérica, parece un milagro si nos acordamos de la situación de este felino 20 años atrás. Lo que se ha hecho para recuperar las poblaciones de este animal en peligro de extinción es un ejemplo de éxito parcial indiscutible.
Desde finales de los 90 hasta ahora se han criado en cautividad para reintroducirlos en zonas como Doñana o la Sierra de Andújar. Se les ha facilitado alimento, además de custodiar su hábitat. Ahora el lince ya está presente en comunidades como Castilla-La Mancha o Madrid. Aun así, la población actual todavía no es viable al 100% y sufre la amenaza de los atropellos.
«Las grandes especies son casos individuales pero sirven para que la gente empatice. Debemos aprovechar-las como excusa para recuperar ecosistemas enteros»
Lo mismo ha ocurrido con la nutria, que coloniza de nuevo los ríos catalanes; el quebrantahuesos, que fácilmente se puede contemplar sobrevolando los montes, o el oso pardo, que vuelve a ser el rey de los bosques subalpinos en los Pirineos. Estos son algunos de los ejemplos más mediáticos, pero también hay casos más locales y menos conocidos. Recientemente, en el delta del Llobregat, se han liberado varios ejemplares de fartet, un pequeño pez mediterráneo gravemente amenazado. Otra historia curiosa: en Barcelona, se trabaja para mantener con vida la población de erizos en los parques y zonas poco urbanizadas de la ciudad (lo lidera la entidad Galanthus).
Los proyectos se centran en animales espectaculares, pero no se aborda la pérdida de especies al completo
Sergi Herrando, Observatori Patrimoni Natural i Biodiversitat
Esto es solo una pequeña muestra del trabajo que están haciendo asociaciones sin ánimo de lucro y algunas administraciones. La explicación sirve para demostrar que, con voluntad política y aceptación ciudadana, es posible salvar a una especie de la extinción. El problema es que, en estos momentos, para evitar la regresión de la biodiversidad, se necesitaría un plan de recuperación para cientos de especies (solo en España), algo que sería realmente difícil de viabilizar.
«Aprovechar lo mediático»
Por este motivo, varios expertos en biología advierten de los riesgos que tienen este tipo de proyectos tan individuales. Sergi Herrando, del Observatori del Patrimoni Natural i la Biodiversitat de Catalunya, asegura que las medidas de conservación de especies icónicas no abordan los ecosistemas al completo: «Es habitual que se centren en grandes mamíferos o aves espectaculares como las águilas, pero pocas veces se invierte para encauzar la crisis de especies pequeñas, poco conocidas, que suelen ser la base del medio natural».
«Las dificultades no se pueden encarar pensando con visión de una sola especie, como hemos hecho con el oso y la nutria, debemos restaurar ecosistemas al completo para que la biodiversidad se recupere. Lo que ocurre es que esta solución es menos popular«, opina Herrando. En el observatorio, de hecho, analizan proyectos en marcha para fortalecer a especies poco famosas: el tritón del Montseny, el cernícalo primilla o las praderías de posidonia en el fondo del mar. Aun así, Herrando advierte de que no nos podemos quedar en proyectos concretos: «Hay casos de éxito importantes pero no pueden tapar la realidad, que es la disminución del conjunto. Está bien hecho, pero es demasiado parcial y local. ¿Qué hacemos para recuperar los insectos?»
«Debemos aprovechar lo mediático de ciertas especies para recuperar ecosistemas enteros»
Àlex Richter-Boix, biólogo CSIC
Alex Richter-Boix, biólogo del CSIC, está de acuerdo, pero se centra en analizar la parte positiva de estos grandes proyectos. «La conservación debe restaurar hábitats. Esto hay que tenerlo claro. Pero es cierto que las grandes especies sirven para que la gente empatice y dan atractivo social y cultural. Debemos adquirir la capacidad de aprovechar esto como excusa para recuperar ecosistemas enteros».
Dicho de otra forma, si socialmente hemos aceptado que la vuelta del lince ibérico es positiva, estaremos de acuerdo en aplicar medidas de preservación de la dehesa en España en general. Por lo que no solo el lince se verá beneficiado. «Tiene cierto sentido hacerlo así, convences al gran público con el lince, porque la gente necesita algo a lo que agarrarse. Es una sensación similar a lo que sucede con el oso polar, erigido en símbolo del cambio climático, cuando tan solo se trata de un afectado más», añade el investigador.
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Richter-Boix plantea una pregunta incómoda: «¿Qué apoyo tendrá la idea de recuperar el matorral mediterráneo?». La respuesta la da él mismo: «Así, a secas, poco». «En cambio, si la recuperación de este matorral da lugar a la vuelta del lince, la historia ya suena mejor para muchos», afirma. Según su punto de vista, a nivel político, social y empresarial, lo mediático triunfa. No hay dudas. El reto es que la ciencia sepa aprovechar esta excusa para conseguir logros más ambiciosos y globales.
También hace autocrítica: «A veces los biólogos nos olvidamos de la sociología y la psicología. Y es importante que tengamos claro que sin el apoyo de la sociedad, es muy difícil sacar adelante ciertos proyectos.