No va a ser una investidura sino una misa negra, por Sergi Sol

La viabilidad de la investidura de Feijóo pasa por encender un cirio en el atril del Congreso a modo de altar. Un cirio invocando a Puigdemont para rogarle que mande a hacer gárgaras a Pedro Sánchez. No tiene otra el líder del PP. Porque ese es el marco de juego que dibujaron los conservadores, lo fiaron todo a una mayoría del bloque de la derecha. Con Abascal. Invocaron la España del apóstol Santiago contra los infieles que pretenden desmembrarla. Y se pegaron un batacazo.

La investidura de Feijóo solo puede ser una misa negra, una invocación a sembrar la semilla de la discordia. Como tal, es absolutamente inviable. Solo tiene una ventana de oportunidad Feijóo. Y pasa necesariamente por la intransigencia de Waterloo, evocando las palabras de Artur Mas. Porque eso y solo eso puede salvar al candidato popular de emular al efímero Hernández Mancha. Si Pedro Sánchez cumple y lleva a buen término los compromisos adquiridos en la elección de Francina Armengol –esto es, catalán en el Congreso y en Europa, comisiones de investigación y una amnistía de tabla rasa- será de nuevo presidente. Habrá otras cuestiones en el candelero. Pero sin duda que sin esas, que no son menores, no habrá investidura posible. Los primeros que se iban a descolgar son los republicanos. Exactamente eso ha trasladado internamente Oriol Junqueras a ERC. Si Sánchez no cumple –les ha dicho- habrá elecciones en enero.

Cambio estratégico

Puigdemont es más imprevisible. Luego de haber despreciado e incluso vilipendiado la vía del diálogo y acuerdo de los republicanos con el PSOE, viró 180 grados en un santiamén. E invistió a Armengol. Así, sin más. Clonando las propuestas de los republicanos. Lo que hace cuatro días hubiera tildado de votos gratis, serviles e incluso traicioneros, se ha convertido –cuando el ‘president’ legítimo ejerce de protagonista- en alta política. El rotundo cambio estratégico de Puigdemont responde, sobre todo, a que tiene papel en la negociación. Ahora sus votos sí cuentan, al punto que son tan imprescindibles como los de Junqueras.

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Antes del 23J, la consigna era otra. El ‘nosurrender’ reclamaba el bloqueo de las instituciones como praxis política. Cualquier diálogo con la Moncloa era colaboracionismo vergonzante. Todo eso ha mutado como si de una CUP de derechas estuviéramos hablando. Ocurre, no obstante, que Puigdemont ha alimentado una corriente que hoy amenaza en volverse contra él. La misma ANC está pidiendo a gritos que ERC y Junts fuercen nuevas elecciones. Y eso pone a los ‘juntaires’ en el punto de mira del independentismo más irredento. Aunque persiste la duda de qué recorrido tiene ese cuarto espacio político sin un Puigdemont que hasta la fecha ha ejercido de líder espiritual de la confrontación contra la vía del diálogo y negociación emprendida por los republicanos. 

Si Puigdemont vuelve a las andadas, para recrearse en su papel de verdadero patriota frente a los que se han vendido, Feijóo tendrá una nueva oportunidad. Y como las elecciones las carga el diablo, a saber qué puede ocurrir. Si Sánchez aguantaría el tirón o Feijóo, ahora sí, lograría una mayoría como la que ya luce y se exhibe en Baleares o en Valencia.

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