El brigadier del Ejército chileno en retiro Hernán Carlos Chacón Soto escuchó este martes que llamaban a la puerta de su casa, en el coqueto barrio santiaguino de Las Condes, donde viven tantos militares chilenos. Ya sabía la razón del mensajero. En la noche del lunes supo que el Tribunal Supremo había confirmado su condena y la de otros seis oficiales por ka participación en las torturas y el asesinato del cantautor Víctor Jara y Littré Quiroga, en setiembre de 1973. Chacón Soto abrió la puerta y se encontró con personal de la Policía de Investigaciones (PDI). Le comunicaban que estaba detenido e iba a ser trasladado a la cárcel de Puntateuco para comenzar a cumplir su pena. El general, de 86 años, pidió permiso para ir a su cuarto y tomar una medicina. Su esposa se quedó con los funcionarios de la PDI, pero él no volvió. Un disparo atravesó su sien. El arma utilizada estaba inscrita a su nombre. El suicidio adquirió de inmediato relevancia noticiosa.
La defensa de Chacón Soto sostuvo durante todo el largo proceso que su cliente no tuvo nada que ver con los hechos que se le imputaron y que, en aquel año 73, era un simple mayor del Ejército que cumplió únicamente la función de custodiar el perímetro externo del Estadio Chile, donde fueron detenidas cerca de 5.000 personas después del golpe de Estado, entre ellas Jara y Quiroga,
Sin embargo, el fallo conocido el lunes aseguraba tenía conocimientos tácticos y de inteligencia, «condiciones que le permitieron intervenir directamente en el desarrollo de los interrogatorios» que realizaban en los vestuarios, «así como en el proceso previo de clasificación de los detenidos».
De acuerdo también con el dictamen, participaba en la decisión de quiénes eran separados para ser llevados a interrogatorios y, finalmente, «el destino último de éstos, siendo de toda evidencia que al interior del Estadio Chile existía un orden impuesto por la estructura rígida del mando existente». El texto es concluyente en ese sentido: «varios testimonios corroboraron que éste participó en las labores de selección, reportando las mismas a sus superiores, por lo que resultaron no creíbles ni verosímiles sus declaraciones cuando sostuvo sólo haber custodiado el perímetro externo del recinto, funciones que no se adecuaban con su alto grado, ni con los diversos elementos de convicción reunidos», agrega la sentencia.
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La investigación judicial llegó además a determinar que fue el autor de los disparos. Chacón Soto portaba una pistola Styer calibre 9.23, el mismo tipo de arma con la cual fueron asesinadas ambas víctimas, cuyos cuerpos fueron luego arrojados en la vía pública, cerca del Cementerio General.