Una victoria muy barata
Escrito por Williams Chevalier el mayo 10, 2022
Poco más de media entrada en el Camp Nou; pésimo arranque del Barça y el Celta era el dueño y señor del partido y del balón. Ni en partidos de tan absoluta intrascendencia puso Xavi a Riqui Puig en el once inicial. Este chico es otra demostración de la estulticia azulgrana. Esa fe que siempre se tuvo en él por ser catalán y como guapito de cara, esa permanente reivindicación del aficionado más arrogante y lerdo, y ningún entrenador ha confiado en él, porque de un lado carece del mínimo talento exigible para jugar en el Barça y del otro es un vago que no se esfuerza en nada ni muestra el menor compromiso con el equipo. Sin embargo ahí está: mitificado por los mismos tontos que aún votan a Laura Borràs pensado que la independencia -si de verdad la queremos- es para mañana.
A la media hora, Dembélé despertó, se fue de dos y le cruzó una buena asistencia a Memphis, que marcó de un disparo regulín con la inestimable colaboración del portero Dituro. De la nada surgió el gol, porque durante los treinta minutos anteriores el Barcelona no había ni comparecido. Enseguida volvimos al tedio y al dominio infructuoso del Celta, que lo intentaba pero no lo conseguía. Ter Stegen tuvo un par de brillantes intervenciones, todo hay que decirlo. Las pérdidas de Ferran, ese Haaland que nos encasquetó Pep, y que tan bueno es según los mismos que veneran a Riqui Puig, provocaron los primeros pitos en la grada.
También de la nada marcó el segundo Aubameyang, y aunque no fue un disparo limpio -chutó más con la tibia que con el pie- es preciso reconocerle un buen movimiento del cuerpo para equilibrarse y rematar con la zurda. El Barça hizo una primera parte entre vulgar e infecta, no fue superior al Celta, pero así también se gana.
Riqui Puig entró tras el descanso por Ferran, empate a calamidades. Aubameyang marcó el tercero y Iago Aspas, regalo mediante de Ter Stegen, recortó distancias. El Celta continuó controlando el juego, pese a la desventaja, que también fue numérica por la rigurosísima expulsión de Murillo en el 58. Araújo perdió el conocimiento en el 61, tras chocar cabeza contra cabeza de Gavi, y una ambulancia entró en el terreno de juego. Momentos de angustiosa incertidumbre sobre todo cuando como si fuéramos una tribu tercermundista no sabíamos meter la camilla en la ambulancia. Suerte que la vida del jugador no corría peligro, porque lo perdemos. Fue un espectáculo decadente, penoso, muy a juego con lo que hoy es Barcelona, Cataluña y el Barça.
Ansu tuvo media hora, pero nada. También entró Lenglet, que para el fútbol es una lástima. Aspas perdonó lo imperdonable. Hacía tiempo que el Barça no ganaba de una manera tan barata.